El centro urbano de Martina Franca se eleva en una posición dominante sobre el valle, a 431 metros sobre el nivel del mar, desde donde se puede admirar la tierra roja de la Murgia dei Trulli, salpicada de decenas de miles de trulli, con suntuosas granjas de antigua vocación agrícola-silvopastoril y la red sinuosa y ordenada de muros de piedra seca. Un documento medieval de 1260 menciona, entre los numerosos topónimos fronterizos, el Castrum Martinae, probablemente una instalación militar, tal vez una torre con fortificaciones esenciales, situada en el territorio de Taranto, una ciudad fiel a Manfredi; el castrum insistió en una colina que domina el valle de Itria, cayendo casi por completo en el territorio de Monopoli. Esta área debía ocupar una pequeña porción del centro histórico actual de Martina Franca, es decir, los distritos de Montedoro y Curdunnidde.
El centro demicista, por lo tanto, existía y ya tenía su propia autonomía administrativa en la cual el señor feudal de la época, Felipe I de Anjou, emitió privilegios a los propios habitantes según los cuales nunca se habrían visto obligados a pagar a los agentes judiciales de las tierras de Ostuni, Mottola y Massafra los derechos del fideicomiso para el pastoreo y el riego de su ganado en los territorios de propiedad estatal de esas ciudades. Unos años más tarde, la granja estaba poblada por diferentes personas, atraídos por el pastoreo libre, una situación atestiguada por una acción legal interpuesta en 1315 por la Universidad de Monopoli por la ocupación ilegal de su territorio por los martineses. Este fenómeno llevó a otorgar a los habitantes de Martina un tercer y más importante privilegio, asignando el 15 de enero de 1317 un territorio circular alrededor del centro urbano de aproximadamente dos millas (3.7 km) que cubre 4,278 hectáreas, llamado distrito, que por un cuarto llegó retirado del territorio de Monopoli y por el resto del de Ostuni y Taranto.
Fue una concesión extremadamente importante, porque en la era feudal muy pocas comunidades recientemente formadas obtuvieron su propio territorio administrativo.
En el área, otorgada en allodio (propiedad privada), cualquier martinés que residiera en el casale estaba autorizado a construir casas rurales, plantar viñedos, crear huertos (jardines), cavar cisternas y trazar caminos interprovinciales, sin estar sujeto a imposición de impuestos feudales. Finalmente, se otorgó una concesión posterior en 1359, con la cual los Martinesi obtuvieron un vasto territorio que pasó de 43 kilómetros cuadrados a unos 450, aunque después de un corto tiempo, se redujo y se redujo a su tamaño actual, unos 300 kilómetros cuadrados. El asentamiento conservó su topónimo hasta 1374, año en que fue recordado como la tierra de Martina, es decir, un centro urbano delimitado por un muro con torres y cuatro puertas, rodeado de grandes zanjas amuralladas. Hoy el centro histórico se presenta como una maraña continua e imaginativa de callejones, callejones, escaleras de piedra empinadas y puertas y ventanas encantadoras, espejo del dinamismo y el pragmatismo socioeconómico de los habitantes, que en el transcurso de los siglos, han transformado el pueblo medieval en uno renacentista, transformándolo en la máxima expresión de la cultura de la ciudad con decorativismos rococó afectados.